Han vuelto los recuerdos empaquetados en tardes lluviosas, han despertado por culpa de la cafeína instantánea de mala calidad, ya no me alcanza para capuchinos en cafeterías cool y los sueños se han escondido tras las nubes. El invierno es una cárcel que me obliga a divagar y eso es peligroso para un tipo como yo, pues puedo conjugar tantos tiempos e inventar muchas historias que al final se estancan y resultan siendo barquitos de papel navegando en charcos hacia el río pensativo. Que el invierno se lleve la mala costumbre de perder el tiempo así y me devuelva las mariposas del jardín y un poco de pisto para comprarme un buen libro y un buen café.
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