Pasos presurosos, plantas de agapanto y un paraguas en mis manos; logro distinguir el último umbral que casi todo cuerpo inerte y sin voluntad cruza, afuera la brisa del día y la risa de niños confabulando la tarde de un lunes en la plaza, yo dejando atrás el bullicio. Siempre lo he dicho no quiero morir en invierno es todo tan triste y gris, adentro murmullos líquidos escurriendo bajo mis pies y los panteones, todo huele a olvido: los muros agrietados, las manchas fantasmas con geografía de musgo que escalan las paredes. Camino ya sin prisa, aquí el tiempo ya no importa parece que soy el único y primer visitante de la semana; es irónica la búsqueda de un cuerpo que ya no existe, nada más hay escombros de huesos y gusanos tras epitafios cerebrales. Como sea, estoy en un cementerio de pueblo buscando el camino que me conduzca a tu nombre y me dejo guiar por el moho, las flores podridas y los recuerdos y allí lo encuentro, grabado en la lapida desgastada con letras doradas descascaradas, allí tus nombres y apellidos la herencia que me distingue: tu segundo nombre, tu apellido y ese vacío en mi infancia. No sé que se le dice a un muerto he aprendido a hablar empíricamente, quizá simplemente: “aquí se te extraña”.
Hablar con los vivos no es fácil, pero hacerlo con un muro que tiene grabado tu nombre es una especie de metáfora; es una barrera la que nos separa más que física y espacial, yo diría existencial y espiritual; recitar tu nombre, recordar la fecha de tu partida, mirar al cielo y sentir que ese cielo está en mis ojos y que escurre lluvia por las mejillas, eso es todo un ritual que no todos comprenden. Te dejo las flores y me llevo mi vida a otra parte y queda lo de siempre un nudo en la garganta, los sueños me esperan allá afuera. Vuelvo a cruzar el umbral, salgo del cementerio y afortunadamente todo sigue siendo igual risas de niños bajo la lluvia, debo unirme al juego otra vez.
Hablar con los vivos no es fácil, pero hacerlo con un muro que tiene grabado tu nombre es una especie de metáfora; es una barrera la que nos separa más que física y espacial, yo diría existencial y espiritual; recitar tu nombre, recordar la fecha de tu partida, mirar al cielo y sentir que ese cielo está en mis ojos y que escurre lluvia por las mejillas, eso es todo un ritual que no todos comprenden. Te dejo las flores y me llevo mi vida a otra parte y queda lo de siempre un nudo en la garganta, los sueños me esperan allá afuera. Vuelvo a cruzar el umbral, salgo del cementerio y afortunadamente todo sigue siendo igual risas de niños bajo la lluvia, debo unirme al juego otra vez.
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