viernes, 3 de julio de 2009

CUMPLEAÑOS PÓSTUMO (feliz día papá)

Pasos presurosos, plantas de agapanto y un paraguas en mis manos; logro distinguir el último umbral que casi todo cuerpo inerte y sin voluntad cruza, afuera la brisa del día y la risa de niños confabulando la tarde de un lunes en la plaza, yo dejando atrás el bullicio. Siempre lo he dicho no quiero morir en invierno es todo tan triste y gris, adentro murmullos líquidos escurriendo bajo mis pies y los panteones, todo huele a olvido: los muros agrietados, las manchas fantasmas con geografía de musgo que escalan las paredes. Camino ya sin prisa, aquí el tiempo ya no importa parece que soy el único y primer visitante de la semana; es irónica la búsqueda de un cuerpo que ya no existe, nada más hay escombros de huesos y gusanos tras epitafios cerebrales. Como sea, estoy en un cementerio de pueblo buscando el camino que me conduzca a tu nombre y me dejo guiar por el moho, las flores podridas y los recuerdos y allí lo encuentro, grabado en la lapida desgastada con letras doradas descascaradas, allí tus nombres y apellidos la herencia que me distingue: tu segundo nombre, tu apellido y ese vacío en mi infancia. No sé que se le dice a un muerto he aprendido a hablar empíricamente, quizá simplemente: “aquí se te extraña”.

Hablar con los vivos no es fácil, pero hacerlo con un muro que tiene grabado tu nombre es una especie de metáfora; es una barrera la que nos separa más que física y espacial, yo diría existencial y espiritual; recitar tu nombre, recordar la fecha de tu partida, mirar al cielo y sentir que ese cielo está en mis ojos y que escurre lluvia por las mejillas, eso es todo un ritual que no todos comprenden. Te dejo las flores y me llevo mi vida a otra parte y queda lo de siempre un nudo en la garganta, los sueños me esperan allá afuera. Vuelvo a cruzar el umbral, salgo del cementerio y afortunadamente todo sigue siendo igual risas de niños bajo la lluvia, debo unirme al juego otra vez.